Lima.- El gobierno de Dina Boluarte, es títere del nuevo
oficialismo congresal que ha tomado por asalto el ejecutivo, luego del
desastroso gobierno de Castillo y su torpe y burdo autogolpe; legal y
constitucional es, como cuestionable es su legitimidad política y social. La
presidente ha mostrado gran agradecimiento con las ex bancadas opositoras con
las que pactó con anticipación para suceder a Castillo y hoy son sus bancadas
oficialistas y principales defensoras; y éstas, han evidenciado, una y otra
vez, su contento con el nuevo gobierno que hoy ven como “bueno”. No hay rubor
en ninguno para contradecirse, por lo que decían uno contra otro, hace pocos
días. Han vacado a Castillo, hoy son gobierno, quieren hacer las cosas a su
antojo. Han volteado la tortilla a su favor, el país para nada cuenta.
El Perú es
irrepetible, en un contexto normal, la sucesión de Dina significaría
implementar, con eficiencia y sin corrupción, lo propuesto por Castillo y ella
en la campaña electoral. El desgobierno de Castillo, abandonadas las propuestas
de campaña, estuvo plagado de ineficiencia y corrupción. El de Dina parece
abrazo abierto a las propuestas de los adversarios, lo que le resta legitimidad
social y política y, la ciudadanía que votó por ella lo vive como traición.
Ella además de vicepresidente fue ministra de Castillo durante todo su
gobierno, salvo en el gabinete Chávez que o pocos días antes del autogolpe. Por
todo lo que declara ahora contra el gobierno que integró, por qué no renuncio
como Ministra e incluso como vicepresidente, su gente lo vive como deslealtad y
traición. Recordando al traicionero “gobierno del lagarto”, ojalá, este no sea
el “gobierno de la cocadriz”.
Nada se sabe de
lo que pretende hacer el gobierno, salvo sus originales yerros gubernamentales
enmendados (cambio de gabinete a la semana), o ratificados (quedarse al 2026,
recortar al 2024, aceptar elecciones el 2023 y regresar al 2024); lo visible es
la militarización, muertos y violaciones a los derechos humanos ante las
protestas y el repetitivo dicho que en “julio del 24” quiere decir “tarea
cumplida” de no se sabe qué. La única manera, de saber para y por donde irá el
gobierno, lo conoceremos cuando el Premier Otárola vaya al Congreso a presentar
la política general de gobierno y esperar su “investidura”; la cual, sin saber
lo que dirá, parece ganada antes de presentarse dados los adelantos de opinión
de las bancadas del fujimorismo, Avanza País, APP, Renovación Popular y AP que
sin escucharlo han anunciado su voto de confianza. Las bancadas de izquierda,
aliadas y defensoras durante la gestión de Castillo, votarán en contra.
Tenía la
expectativa que la experiencia gubernamental, formación política y
constitucional del Premier podría darnos 4 cosas: i) Claridad en la política
general de gobierno sin ir a los extremos y demostrar que no está hipotecado a
las bancadas de derecha; ii) volver a proponer elecciones el 2023 (aceptada por
la presidente y el Ministro de justicia) y “enganchar” con la exigencia
ciudadana de que se vayan todos; iii) pedir perdón por los muertos y víctimas
de las protestas y anunciar reparaciones para sus deudos y familias; y iv)
dejar sentado que no existe gabinete en la sombra, pues lo dicho y hecho
repetidamente por la presidente, hace dudar de su existencia, importa saber
quiénes toman o ayudan tomar las decisiones para no ser sorprendidos por nuevos
“paisanos o familiares”.
Decía que era mi
expectativa, luego escuchar al Premier, ensalzar la “convicción democrática” de
la bancada fujimorista porque le anuncio su voto de confianza, diré que ha
desnudado mi ingenuidad pero no descartado mi esperanza de que algo serio y
bueno diga en su presentación. Rebelarse contra el titiritero, dar muestras de
ligera movilidad e interés por el país podría anunciarlas con las siguientes
medidas:
1. Proponer
nuevas reglas mínimas para las futuras elecciones y no dejarlo al interés
congresal, si ellas son parte de la política general de gobierno “obligaría” a
aprobarlas dado su voto de confianza. El congreso está cegado con la
bicameralidad y reelección congresal cuando son otros los temas de mayor
urgencia y emergencia electoral: impedimentos para ser candidatos a
delincuentes sentenciados o con acusación fiscal y normas que eviten el
transfuguismo y multiplicación de bancadas mediante el cupo partidario.
2. Exigir a sus
aliados congresales detener el manoseo tendencioso de los organismos
electorales (JNE, ONPE) y organismos constitucionales (JNJ, DP, TC) para poner,
reformando la constitución, autoridades a su antojo.
3. Anunciar que
la gran reforma constitucional no será hecha en este periodo de transición, ni
por una asamblea constituyente imposible de convocarse ni por la Comisión de
Constitución que está funcionando como una “asamblea constituyente en la sobra
parlamentaria”.
Es pomposo
llamar gobiernos de transición democrática a gobiernos que por su temporalidad
y mandato son fundamentalmente de transferencia de un gobierno a otro. Quizás
moleste, sobre todo a sus actores, en rigor, los buenos gobiernos de Paniagua y
Sagasti nacidos del congreso para convocar nuevas elecciones fueron periodos de
transferencia democrática entre gobiernos más que transición de un sistema a
otro. Al gobierno de Dina nacido por sucesión constitucional más que mandato
congresal, deberíamos exigirle esa precisión, para evitar sorpresas y agudizar
la gigantesca crisis nuestra, que se ciña a conducir una buena transferencia de
su recortada gestión al nuevo gobierno y que este sea efectivamente, durante
los próximos 5 años de gestión el verdadero gobierno de transición que
necesitamos para enfrentar los temas de fondo que nuestro Perú requiere con
urgencia en este momento de emergencia nacional.
Repleto de fe e
ingenuidad, redoblo mi expectativa, esperando definición y claridad en la
política general del gobierno para los meses que le quedan; recorte del mandato
presidencial, nuevas reglas y adelanto de elecciones al 2023; defensa
democrática de los organismos electorales y los organismos constitucionales y;
definición clara y rotunda que no hay gabinetes en la sombra ni operadores tras
bambalinas o que se mueven en la oscuridad bajo el manto de la consanguineidad
o afinidad. Ruego y deseo un gobierno de transición si así quiere llamarse y no
un gobierno títere como el que hasta ahora se ve sin conocer al o los
titiriteros. Dina con el apoyo de su Premier Otárola, podría conducir, ella
misma su propia transición y transferencia gubernamental, ojalá logren encausar
la crisis y no agudizarla, necesitamos salir bien y rápido de la misma. Nuestro
país exige amor y respeto para ser un Perú mejor. (RV)