LIMA.- Tener 20,000 dólares en
un baño es digno de Tony Soprano. Bruno Pacheco, que pedía costosos favores a
la SUNAT, podría haber estado cobrando por esas gestiones. Y por otras que no
sabemos.
En todo caso, esos billetes
son hoy una mancha verde en Palacio.
Y todavía estamos esperando
que el exjefe de Pacheco, el presidente Pedro Castillo, haga un deslinde
soberano y diga, asqueado, que espera que a su exsecretario palaciego le caiga
la justicia.
Pero no hay deslinde ni
indignación ni asombro. ¿O es que el presidente sabía del dinero que acumulaba,
como bosta vacuna en algún paraje indio, el señor Pacheco? ¿O es que esa plata
ni siquiera pertenecía al hombre que demandaba favores tributarios? ¿O es que
estamos ante la versión churrupaca de García y Nava?
El asunto es grave. Diría que
es el más grave de los publicados, hasta ahora, por la prensa.
Lo que expresan mínimamente
esos verdes de misterio e inodoro es que hay gentuza metida en el entorno más
íntimo del presidente. Y no me refiero a los fenatepistas, a los movadéficos, a
los que apuestan a la ruleta rusa en alguna bodeguita del medio. Me refiero a
ladronzuelos, oportunistas, parientes que salivan ante licitaciones próximas,
cuñadísimos, hambrientos de delicias públicas. Aludo a las colas de demandantes
de trabajo que hay en los ministerios y a las listas de favorecidos que
circulan por todas partes. Hablo de los compadres de Cajamarca y Junín, los que
metieron la suya en la campaña y ahora quieren la de los demás como
compensación. Digo bien: la repartija también puede ser de izquierda y, a
veces, como en el caso de Venezuela, ese cuoteo del botín quiebra países y
funda éxodos bíblicos. Como decía Héctor Béjar, el exministro de Relaciones Exteriores,
el gobierno de Castillo es una fábrica de favores amicales.
Pero es más que eso, mucho más
que eso. ¿Qué hacía José Mejía Regalado, asesor que fue de Fernando Zevallos,
alias Lunarejo, en el despacho del jefe de prensa del ministro de Transportes y
Comunicaciones el miércoles pasado? ¿Qué hacía en esa misma oficina y ese mismo
día el abogado Alex Starost, enemigo de la ATU y los peajes y arquitecto de una
campaña que en contra de la reforma del transporte ha emprendido un sector de
la prensa que defiende a los adinerados informales?
Lo que el presidente Castillo
no entiende es que en la niebla de contradicciones y anarquía doméstica en la
que vive es muy posible que se esté colando la corrupción. Esa es la más pía de
las hipótesis. La otra es que él esté enterado y la tolere. Total, saquear la
cosa pública de un país dominado durante 200 años por las élites podría ser una
suerte de indemnización por daños y perjuicios. El lucro cesante es un concepto
que quizá Marx omitió nombrar.
Recordemos: el Perú votó
contra la podre fujimorista y sus representantes, sus embajadores criollos, sus
joseantonios, sus mineros venenosos y sus agroexportadores de revólver, ¿te
acuerdas, Chlimper?
Pero si se comprueba que
Castillo está tolerando que empiecen a desaparecer los vueltos y los sencillos
y que la parentela angurrienta husmee en los presupuestos y las contrataciones
del Estado, la pregunta que muchos se harán, a lo Bastidas, es por qué tenemos
que aguantar todo esto, en nombre de qué tendríamos que resignarnos a que un
hombre de pocas luces siga cometiendo errores con tantos bríos. Lo único que
sostendrá a Castillo en la presidencia será su honestidad inmaculada. Que
elija: Savonarola o Borgia. Si Castillo, como tantos, cede ante la suciedad,
será el fin. Esa será la hora en la que el señor presidente tenga que rendir
cuentas y compruebe cuánta soledad construyó con tanto empeño. (CH)