viernes, 18 de junio de 2021

 


PERU.- En la bicentenaria República del Perú, durante las últimas tres décadas, los pueblos y territorios del país subsistieron en un constante y recargado despojo de sus riquezas por parte de los agentes del sistema neoliberal.

Hace 30 años atrás, se implantó el sistema neoliberal a punta de fusil, con la promesa de “hacer del Perú el Paraíso Terrenal de Suramérica”. En 1990, 12 millones de peruanos sobrevivían en situación de pobreza. En 2021, 12 millones de peruanos siguen en situación de pobreza, y la clase media se convirtió en “nuevos pobres con tarjetas de crédito”.

La macroeconomía del país creció hasta alcanzar 240 mil millones de dólares de Producto Interno Bruto (PIB), pero en esa riqueza la participación del Estado peruano es mínima. Ese PIB no es de los pueblos del Perú.

En ese contexto llegó el proceso electoral del bicentenario. Un proceso que desnudó, ante el mundo, el “nivel cultural e intelectual” de la “limeñidad” cuasi virreynal. Es decir, el proceso electoral en sí, mostró los bicentenarios males atávicos que padece Perú oficial.

La oligarquía nacional envuelta en el hampa de la corrupción, alrededor de la familia Fujimori, mostró todas sus “vergüenzas”. Periodistas, históricos medios de comunicación, analistas, Premio Nobel, escritores, empresarios, jerarcas religiosos, futbolistas, influencer… descargaron toda su furia irracional contra el “nadie” (Pedro Castillo)…

Al sentir que El Campesino de Sombrero, lápiz en mano, no paraba de crecer en las redes sociales y en los territorios… abrió un ataque comunicacional contra todos los pueblos y sectores que apostaban por el cambio. En este proceso, el hampa de la oligarquía no sólo soltó millones de soles en favor de Keiko Fujimori, sino evidenció su lastre racista y delincuencial con tufo castizo, como nunca antes.

Al final de esta desigual guerra electoral racista, Pedro Castillo Terrones, acorazado con los pueblos del Perú, salió victorioso como David ante Goliat. Histórico, triunfaron las y los “nadie” sobre todo el “pelotón” de los ricos y sus adeptos.

Lecciones que nos deja este proceso electoral para los pueblos de Abya Yala

El dinero no es indispensable para ganar elecciones. Mientras la oligarquía derrochaba millones de soles para “ganar adeptos” y “asustar a peruanos empobrecidos”, el campesino Pedro Castillo, con la mochila sobre el hombro, con la misma chaqueta, los mismos zapatos y el mismo sombrero, SIN CUENTAS MILLONARIAS, supo “convencer” u optimizar el “fastidio popular acumulado por el corrupto sistema neoliberal”. Caminaba, corría con la gente. Comía en las pensiones (comedores) y en el suelo algunas veces. Su testimonio de vida pudo más que los millones de soles de la oligarquía.

Los medios corporativos y sus actores no son indispensables para ganar elecciones. Mientras todos los medios empresariales, en especial el vergonzoso Grupo Comercio, expresamente hacían campaña por Fujimori, e invisibilizaban o se mofaban del atrevido campesino Castillo, las y los “ninguneados” se montaron en plataformas sociodigitales como Facebook, y con esta herramienta frenaron y derrotaron a los “incuestionables medios de la oligarquía”. La ciudadanía no sólo se ejerció en las urnas, sino, sobre todo, el triunfo se construyó y se cantó en las redes sociales con voluntariado.

El mensaje es tan importante como el mensajero. No fue un “líder” que ganó las elecciones. Fue el mensaje como: la convocatoria al proceso constituyente plural, revisión de los contratos de privatización, austeridad en la función pública, redistribución de tierras…, que encendió la esperanza popular y aglutinó multitudes. Sin estos mensajes electorales, que para los ricos suenan a radicales, Pedro Castillo no sería Presidente electo.

Esto es una lección para la izquierda tradicional bien portada de Abya Yala. Los mensajes potentes, más la personalidad transparente de Castillo, más el activismo de “ninguneados” en las redes, fue la ecuación básica para el triunfo electoral.

La organización política tradicional es importante, pero no determinante. Una organización política “provinciana”, como es Perú Libre, sin presencia nacional, pudo más que toda la experimentada organización política tradicional de izquierda y derecha. Las y los “humillados” desde la “nada” (desde el NO lugar) estimularon sus esperanzas “dormidas” en ellos mismo e incendiaron el país de esperanzas hasta hacer Presidente a un campesino que lleva el código genético indígena.

Con los resultados de este proceso electoral racializado, Pedro Castillo despertó la identidad anulada de los pueblos, y dejó “sembrada una valla electoral” para el Perú bicentenario. Después del “fenómeno” Pedro Castillo, muy difícilmente la “limeñización” seguirá siendo el vehículo para acceder a la ciudadanía en este país suramericano.

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